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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Saludo a Potosí en su Bicentenario © Ivette Durán Calderón




“Soy el rico Potosí”1
©Ivette Durán Calderón

Cuánto dolor queda en las callejuelas
por tantos ultrajes a minas e hijuelas;
surgen los recuerdos… rencor boliviano
acontecimientos de nuestro altiplano.

¡Quinto Centenario! no cien ni doscientos
años los que evocan otrora riquezas,
aquellas que hicieron pugnar las realezas
soberbios e impíos avasallamientos.

¿Y el supuesto puente suntuoso de plata?
¡Unir pudo egregio Potosí y España!2
Nos acongojamos por tan vil patraña
que dejó pobreza … secuela escarlata.

El rey de los montes, envidia de reyes
no es más el entonces “¡del mundo el tesoro!”1,
sufre silencioso la ausencia de leyes
anhelante insigne, fiel a su decoro.

¡Bravos potosinos!, demostrad al mundo,
lo que se consigue con tesón profundo.
No más perorata, ¡Basta ya de engaño!
Ya no queda nada, ni plata3….ni estaño.

¡El ínclito cerro se nos hunde a trozos!
mineros, palliris4… se ahogan en sollozos.
Por nuestros derechos con ansia clamemos
y el Bicentenario tristes celebremos…

Colección Bicentenario “Poesía con historia” de Ivette Durán Calderón
1.- En el libro Crónica del buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala, publicada hacia 1580 -1613, se hace referencia al célebre lema que reza: A un año del descubrimiento de la riqueza y enemistado ya Juan de Villarroel de sus socios originales Diego de Centeno y Pedro Cotamita, envió un memorial a Carlos V, acompañado provisoriamente de un donativo de doce mil marcos de plata piña, en el que le pedía que le confirmase como descubridor del cerro y fundador de la ciudad.
La respuesta del monarca fue afirmativa, acompañada de un Escudo de Armas donde aparece el Cerro Rico en el campo blanco, con dos coronas de Plus Ultra a los costados, la imperial corona al timbre, y la siguiente leyenda al pie:
“Soy el rico Potosí,
Del mundo soy el tesoro,
soy el rey de los montes,
y envidia soy de los reyes”.
El escudo de armas estaba acompañado de la declaratoria de Villa Imperial de Potosí.
2. El año 1546, a un año del descubrimiento, Antonio de León Pinelo, autor de “El paraíso en el Nuevo Mundo” (1650), obra en la que sitúa el Edén en Iquitos, sobre la ribera del Amazonas, basándose en las cifras de Luis Mapoche, sostiene puntillosamente, que “con la plata ya extraída del cerro, podría haberse hecho un puente o camino de 2000 leguas de largo, 14 varas de ancho y 4 dedos de espesor hasta España”.
3. En la Francia de mediados del Siglo XVIII, la Iglesia Católica hizo serios esfuerzos para contrarrestar las ideas que iban luego a plasmarse en la Enciclopedia promovida por Diderot y D’Alembert, Parte de ese trabajo fue el Gran Diccionario Histórico en diez tomos, publicado en Paris, luego en Madrid en 1750 y en el que figuran dos páginas dedicadas a Potosí que dan idea de la fama que el sitio había alcanzado en las cortes europeas, Dicen algunos de sus párrafos: “ La plata, mejor de todas las Indias Occidentales, es la de Potosí; y aunque se ha sacado una asombrosa cantidad de plata, de las minas que se evidencia el metal, y que el día de hoy están casi agotadas, se encuentra de él en abundancia, en los parajes que aún no se han trabajado”.
4. RAE f. Bol. Mujer que escoge los minerales extraídos de una mina.
*La autora es abogada hispano-boliviana, miembro de AERMU Asociación de Escritores de la Región de Murcia, Representante de REMES (Red Mundial de Escritores) Bolivia-España, autora de numerosos libros y artículos en Sudamérica, USA y Europa, actualmente reside en España www.ivettedurancalderon.com

sábado, 27 de junio de 2009

Ivette Durán Calderón - Donde tropieza el tonto, el listo se abre paso

Cada problema, cada situación compleja y cada obstáculo ofrecen condiciones para mejorar día a día.

Debemos pensar cuando fracasamos en algo, en el porqué de ese fracaso para que éste se transforme en enseñanza y en experiencia.

Si tenemos el propósito de hacer una cosa, una diligencia y ésta, de haber pensado cómo la vamos a realizar, sale mal, en la práctica es porque algo ha fallado, en el plan en el método, en la forma de realizarla, etc.

Si después que ha salido mal nos encogemos de hombros y abandonamos la tarea o la acción, habremos perdido el tiempo y, además nos exponemos a tropezar una y otra vez con el mismo obstáculo porque no habremos puesto los medios necesarios para evitarlo.

“Alégrate de que en principio las cosas se presenten difíciles y con obstáculos - decía Franklin – porque así, además de adquirir espíritu de lucha, acrecentarás tu experiencia. Y alégrate aún más de que tengas fracasos, porque ellos son la verdadera escuela de la vida; si profundizas en el porqué de los mismos, te harás invulnerable a ellos”.

Evidentemente. La experiencia se logra con la lucha diaria. El conocimiento de los fracasos nos indica que nuestro plan era débil o que adolecía de defectos insospechados.

Si estudiamos el por qué de la falla hallaremos la causa, y conocida ésta, ya no sólo fracasaremos más, sino que el hallazgo nos servirá para rehacer lo mal hecho.

Cada derrota, cada fiasco sufrido, tiene la virtud de poner en nuestras manos una experiencia y buena enseñanza.
Aquellos que saben sacar enseñanzas de sus derrotas, son hombres que adquieren la seguridad de su caminar en la vida.

Por eso, en lugar de sentirse amilanados por un fracaso y suponer que para nada servimos, que todo nos ha de salir mal, etc., hay que alegrarse de ese tropiezo porque el resultado facilitará abrir las puertas del éxito en sucesivas actuaciones.

Con toda razón se dice que donde tropieza el tonto, el listo se abre paso.

Quien acepta la derrota como un mal irremediable, se juzga a sí mismo incapaz de rehacer nada. Quién, por el contrario, se sitúa dentro de su fracaso y sabe levantarse por encima de la derrota, lleva dentro de sí un alma de triunfador.

Colón fracasó muchas veces en su propósito de que le ayudaran las cortes de Portugal y de España; pero, tesonero y firme en sus propósitos, siguió llamando a las puertas del éxito hasta que éstas se abrieron.

Las victorias, dice un aforismo militar, pertenecen a los ejércitos que saben resistir los últimos diez minutos.

En resumen, quien resiste y vuelve a la carga habiendo sacado fuerza de sus derrotas enseñanzas y experiencias, vence siempre.

Una de las mejores cualidades para soportar la adversidad es la serenidad de espíritu.

Una resolución tomada con energía y ejecutada también enérgicamente, es lo más eficaz en cualquier momento. La desesperación puede ser evitada. Por ello uno puede desprenderse de vicios, de malos hábitos, de reacciones contraproducentes, sin atenuantes transitorios, si en verdad quiere hacerlo.

¿No produce porque su edad no se lo permite?

¿No produce, porque su edad no se lo permite?
Ivette Durán Calderón

Los grandes hombres que iluminaron el camino de la humanidad con sus tareas y hallazgos, aquellos que lucharon por todos, probaron con su existencia gloriosa, que la resistencia humana es inagotable; jamás ni en la más avanzada edad, se sintieron agotados ni incapaces para la labor y mucho menos decrépitos.

Para producir la edad no es un límite, tomemos los siguientes ejemplos:

Moisés tenía ochenta años cuando llevó a su gente a la Tierra de Promisión.

San Juan era más que octogenario cuando escribió El Evangelio.

Julio César después de una vida de disipación y de vicio, venció a Pompeyo, cuando contaba cincuenta años.

Aristóteles escribió sus principales obras cuando pasaba ya de los cincuenta y cinco años.

Rogelio Bacon escribía a los ochenta años y sus obras son consideradas hoy como pozos verdaderos de ciencia, algunas de ellas las escribió en la cárcel.

Leonardo da Vinci, el monstruo del talento pictórico, empezó a los cuarenta años la famosísima “Cena”.

Copérnico terminó su obra “Revolutionibus orbium coelestium ” a los cincuenta y siete años, la siguió corrigiendo hasta la edad de setenta años en que la entregó a la imprenta.

Galileo no publicó su “Sidereus Nuncios” hasta los cuarenta y seis años; a los setenta y cuatro años, ciego en absoluto, seguía investigando en sus trabajos científicos. Fue a esa edad cuando publicó sus célebres “Diálogos” sobre el movimiento local.

Pierre Simon de Leplace, a los setenta años, llevó a cabo su inmensa tarea de investigación sobre matemáticas.

Michael Faraday, hizo sus trabajos asombrosos sobre electro-magnetismo a los setenta años.

Charles Darwin publicó a los sesenta años, su obra, “El origen de las especies”.

André Marie Ampere publicó a los cincuenta y un años, la “Teoría de los fenómenos electrodinámicos”.

A los cincuenta y siete años, Manuel Kant se dio a conocer con sus trabajos filosóficos y publicó “La Critica de la Razón Pura” a los sesenta y seis años.

Benjamín Franklin, a los setenta años, fue a Francia para solicitar ayuda para la independencia de su país.

Alessandro Volta descubre la famosa pila de su nombre a los cincuenta y seis años de edad.

Von Humboldt Fleisher emprendió su gran viaje de 4500 leguas, que tanto sirvió para rectificar la geografía de Asia, a los sesenta años.

Miguel de Cervantes había cumplido los cincuenta y ocho años cuando publicó la primera parte de “El Quijote” y sesenta y ocho cuando se vio la luz de la segunda.

Victor Hugo escribió “Los Miserables” a los cincuenta y siete años.

Jonathan Swift publicó “Los viajes de Gulliver” a los sesenta años.

La mayor parte de las quinientas obras dramáticas de Pedro Antonio Calderón de la Barca de Henao y Riaño fueron escritas cuando el autor se hallaba entre los cincuenta y los ochenta años de edad.

Guillermo Prescot, ciego a los cincuenta años, publicó la “Historia del Perú”.

Bartolomé Esteban Murillo pintó su “San Antonio”, de la catedral de Sevilla, a los setenta y cuatro años.


Vecelio di GregorioTiziano trabajó incansablemente hasta ser centenario.

Charles Maurice de Talleyrand, a los ochenta y cinco era afamado como el mejor diplomático de su tiempo.

Thomas Alva Edison murió a los ochenta y cuatro años, trabajó hasta el último momento y durante muchos años no durmió más de seis horas.

Henry Ford, a los ochenta y cinco años dirigía sus producciones de automóviles y sus plantas constructoras.

Victoriano Crémer, a los 102 años, acaba de publicar su obra titulada "Los signos de la sangre", con la Editorial Calambur (2009), este libro contiene una recopilación poética de la obra del autor, desde 1944 hasta ahora. Su capacidad de trabajo y lucidez intelectual le permiten seguir escribiendo una columna diaria en el Diario peleón. Esa capacidad se ha visto recompensada el año 2007 en ocasión de su centésimo cumpleaños, con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. En la actualidad, aparte de sus colaboraciones periodísticas diarias, Crémer también está escribiendo una novela.


¡Que nadie diga entonces, que está agotado a los treinta años, ni a los cuarenta, ni a los sesenta años de edad! Diga mejor que no quiere trabajar, que se niega a producir y entonces creeremos su afirmación.